Esto no es por ti, esto no es por mí. Es por nosotros. No es por lo que tú entiendas o lo que yo entienda, va más allá de lo que queramos entender. Hay una realidad por solucionar que está más allá de lo que pueda molestarnos, enfurecernos o confundirnos. No tiene que ver sólo con lo que nos haga sentir, sino con lo queremos conseguir juntos.
Si vamos a discutir, que sea por algo que merezca la pena. Si vamos a romper la relación que sea de verdad para que cada uno sea más feliz por separado. Pero desde el nosotros y no sólo desde mi rabia o mi frustración. Primero hay que negociar, desde lo que estamos dispuestos a perder y no según lo que queramos ganar. Discutir es estar dispuesto a ponerse de verdad en los argumentos del otro, aunque pueda convencerme, aunque pueda convencerle. Pelearse es sano si el deseo es no acatar, no conformarse, no renunciar, sino evolucionar.
Si quiero que lo veas como yo, te voy a obligar a ponerte por principio en contra. Peleo para mejorar y para oír mi fuerza, pero también para ver la tuya. Usar la fuerza de la discusión para que todo tenga una solución, no para que tengamos más problemas.
Y más allá de hablar, hay que hacer. Cambiar, arriesgar. Que tú hagas lo que yo necesito, que yo pueda probar tu solución. Y luego decidimos. Si te quedas sólo por ganar el problema se agranda. Pero la solución no puede pasar sólo por romper.