Tomar decisiones: tener tu propio criterio

Cuando una persona está en el proceso de lograr su autonomía personal, de trabajar en sí misma para sentirse mejor, es lógico que tenga ansiedad respecto a cuanto puede tardar en conseguir su objetivo y si el logro va a ser ‘permanente’, es decir, si para siempre va a sentirse bien para tomar decisiones y ‘no equivocarse’. La persona que lo ha pasado muy mal con sus ideas recurrentes de culpa y vergüenza, lo que desea es no volver a sentirse mal nunca más. La fantasía es comprensible y debemos aceptar que siempre la tendremos presente: acertar siempre, ser infalible. Pero esto no es posible, la completa seguridad no existe.

La autonomía es el proceso que nos permite tomar nuestras decisiones sin sentirnos esclavos de ningún otro criterio. Esto es posible porque tenemos uno propio, formado con el desarrollo natural vital y la experiencia. Tienen que pasarnos cosas para que acumulemos información y conocimientos en la vida. Eso no significa que se pueda eliminar el conflicto, porque cada vez que sucede algo en nuestra vida, hay intereses que se cruzan y no siempre es fácil establecer las prioridades. Aun así hay que elegir para seguir avanzando, y eso supone que a veces tomemos la mejor decisión y otras veces no estemos satisfechos con el resultado. Aun así, hay que ser constructivo y valorar que tomamos la mejor decisión con la información que teníamos.

La autonomía supone un gran acto de responsabilidad en ambos sentidos: reconocer nuestros méritos cuando lo sean y también aceptar los errores con sus correspondientes consecuencias. Esta es la parte más difícil, porque actuar acorde a un criterio externo siempre nos permite culpar a cualquier otro de nuestros errores (la vida, el destino, el gurú, mis padres, el jefe…) Es cómodo no lo vamos a negar. Pero nos hace víctimas de nuestra vida en lugar de protagonistas.

Las personas tenemos una gran plasticidad y capacidad de aprendizaje. Si realmente hay voluntad de cambio, la decisión es sólo nuestra, y siempre hay margen de mejora. Y si necesitas ayuda para encontrar los puntos en que te atascas, no dudes en consultar.

Las formas de la ansiedad

La ansiedad es la pandemia silenciosa que no todos se atreven a reconocer. A pesar de ser el malestar psicológico más extendido en el mundo, todavía resulta vergonzoso o incómodo de reconocer para una gran mayoría de personas que la padecen. Hay quien lo considera un signo de debilidad, hay quien ve asomarse la locura o incluso la enfermedad mental, otros se asustan tanto que apenas pueden ponerle nombre. Y aunque es cierto que no es consuelo que haya mucha otra gente que se encuentre en la misma situación que tú, creo que reconocerlo y aceptar su extendida existencia es un paso para empezar a enfrentarla.

Para reconocer que lo que lo que tenemos es ansiedad, lo primero es saber un poco más de ella y del porqué de su aparición:

  • Puede tener múltiples formas, mantener siempre la misma o ir cambiando y manifestándose en forma de un malestar u otro en la misma persona.
  • La forma más común es el ahogo o falta de aire, la presión o peso en el pecho o la sensación de infarto. Pero el mareo, la percepción extraña del espacio, la sensación de muerte inminente y la falta de control sobre el pensamiento también aparecen con mucha frecuencia. Algunas personas pueden sentir pinchazos o dolores difusos en otras zonas del cuerpo, de forma persistente o intermitente (cabeza, estómago, vientre, laterales de la espalda, etc.)
  • Sin embargo, hay síntomas de ansiedad que muchas personas no reconocen como tales y les llevan a pensar que sufren de algún otro problema más o menos grave. Entre ellos están los pensamientos recurrentes que llegan a obsesionar, problemas para mantener el sueño o para descansar, descomposición o malas digestiones frecuentes, irritabilidad o ‘mal humor’ sin motivo aparente, crisis de llanto o desgana para hacer actividades que en principio deberían agradar.
  • Un detalle muy importante, que muchas personas desconocen, es que la ansiedad no siempre es un efecto inmediato a una situación problemática. Gran número de personas que han padecido ansiedad han podido empezar a tener síntomas semanas, meses o incluso años después de que sucediera un hecho especialmente problemático, estresante o traumático. Nuestra mente dispone de mecanismos de defensa para sobreponerse y seguir adelante en una situación complicada, pero después, al relajarse, puede responder con miedo o angustia.
  • La forma más intensa de la ansiedad son los ataques de pánico, pero no son la única. Hay personas que no llegan a tener una crisis aguda y por eso no llegan a reconocer que lo que tienen es ansiedad.
  • La ansiedad no es por sí misma una enfermedad. Es el síntoma de que nuestra mente está pasando por un momento que la estresa y así se manifiesta. Muchos sucesos vitales diferentes pueden llevarnos a tener ansiedad, no hay un único motivo o causa que la desencadene.

Cualquier persona es susceptible de padecer ansiedad en algún momento de su vida. Es una respuesta adaptativa, es decir, es el resultado de algunas situaciones vitales. Por lo tanto, no hay personas ‘ansiosas’, ni tiene porque ser una situación permanente. Si crees que podrías estar padeciendo ansiedad no dudes en consultar. Con un tratamiento adecuado, es posible reducirla y permitir que no resulte tan limitante para tu vida.

¿Cómo estás?

¿Cómo estás? ¿Qué me contestas? Es una pregunta frecuente, habitual, cotidiana. A veces la hacemos sin pensar y también la contestamos sin pensar ¿Qué respondemos habitualmente? Normalmente decimos ‘bien’ o ‘mal’. Blanco o negro. Adecuado para abreviar cuando nos cruzamos con alguien por la calle, pero no para describir. Muchas veces nos faltan las palabras que dan ese matiz tan importante que es la información más valiosa.

Cómo nos sentimos y cómo nos gustaría sentirnos nos da casi toda la información necesaria para tomar decisiones en nuestra vida. Bien y mal no describen prácticamente nada, no tienen mucha información que sea útil.

Conocer nuestros matices, todos los estados de ánimo que vivimos, reconocerlos y experimentarlos, nos hace ser testigos de nuestra propia vida, vivirla con más intensidad. Aceptarlos sin juicios nos ayuda a vivir con más consciencia y también con más autonomía.

Estamos influenciados por una cultura donde la razón debe prevalecer a la emoción, como si ésta fuera accesoria y nos despistara, cuando en realidad es una información genuina y auténtica que no podemos forzar. Es imposible obligarte a sentir alegría o tristeza, o cualquiera de sus construcciones (amor, rencor, serenidad, frustración…) aunque puedas fingirla, no te puedes obligar a sentirla. Sin embargo, las ideas se pueden modificar tantas veces como sea necesario, son más maleables y adaptables. ¿Por qué entonces nos negamos a escuchar nuestras emociones? Muchas veces nos están dando una información valiosísima de lo que está pasando en nuestra vida: qué necesitamos, qué deseamos hacer, hacia dónde dirigirnos…

Es por este motivo que cada vez se está reconociendo más la importancia de la Inteligencia Emocional, es decir de nuestra capacidad para reconocer y gestionar de forma sana nuestras propias emociones y las de los demás. Y para ello hay que repasar la paleta de colores emocionales en la que nos movemos en nuestra vida. Si hicieras una lista de palabras que describan emociones ¿Cuántas diferentes podrías poner? ¿Cuántas diferentes has experimentado?

Sentir y expresar no te hace más vulnerable, al contrario, puede hacerte más sabio. Y si tienes dificultades con las emociones, quizá podrías trabajar en ellas a través de la terapia.

Cómo reconocer la depresión

Hoy trataré sobre un tema delicado que, por desgracia, sigue siendo un tabú en nuestra sociedad: la depresión. Aunque con frecuencia se nombra o se habla de ella incluso de forma ‘banal’ (la depre) se trata de un trastorno serio que resulta muy invalidante y empobrece la vida de los que lo padecen de forma arrasadora. Los datos afirman que un alto porcentaje de la población la ha padecido, padece o padecerá en diferentes grados o profundidades. Sin embargo, por norma general es una gran desconocida.

La depresión está considerada una enfermedad, como tal la diagnosticará un médico en un documento oficial. Sin embargo, pienso que es mejor tratarla como un trastorno, ya que ayuda a comprenderla mejor. No es algo que nos entra de repente, aunque las expresiones populares así lo expliquen (le dio depresión, cogió depresión…) No es como un virus que te entra de repente. No es un cubo de enfermedad que te cayó de un balcón. Es un proceso de degradación interna que va deteriorando el estado de ánimo hasta llegar a resultar invalidante. Las personas acaban sintiendo su vida emocional secuestrada, se quedan aislados en un mundo que no les dice nada.

teenage depression by joakim agervald
Depression by Joakim Agervald

La depresión tiene un motivo y un significado dentro de la historia de cada persona y es el resultado de esta misma historia. Entender qué nos ha llevado a ella es una clave importante para poder tratarla, dar nuevas pautas, significados y sentido a nuestra vida. Es el trabajo que hacemos en terapia. Es importante que si estás pasando por un episodio de este tipo sepas que no hay nada de ‘defectuoso o débil’ en padecer una depresión. En las circunstancias adecuadas todos somos susceptibles de caer en ella. Así que no dudes en pedir apoyo y ayuda. De la depresión se sale.

Quiero compartir aquí un video que la Organización Mundial de la Salud (OMS) preparó para divulgar información sobre la depresión como manera para ayudar tanto a enfermos como familiares:

¿Qué hago con mis problemas?

Había contratado un carpintero para ayudarme a reparar mi casa. Él acababa de finalizar su primer día de trabajo y se había encontrado con varios problemas y dificultades inesperados, por lo que estaba preocupado y de mal humor. Decidí acompañarlo a casa en coche. Durante el trayecto permaneció en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia y yo acepté.

Nos dirigíamos a su casa cuando se detuvo frente a un precioso olivo centenario. Antes de entrar, tocó el tronco con ambas manos, cerrando los ojos. Después, cuando atravesó la puerta de su casa, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara sonreía plenamente. La energía había cambiado completamente. Después de la cena con su familia, me acompañó hasta el coche, así que pasamos nuevamente cerca del olivo. Sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo visto cuando entramos.

– Ese es mi árbol de los problemas – contestó. – Sé que no puedo evitar tener problemas durante el día, como hoy, pero no quiero traer estos problemas a mi casa. Así que, cuando llego aquí por la noche, cuelgo mis problemas en el árbol. Luego, por la mañana, cuando salgo de mi casa, los recojo otra vez. Lo curioso es – dijo sonriendo – que cuando salgo a recoger los problemas del árbol, ni remotamente encuentro tantos como los que recuerdo haber dejado la noche anterior.

psicologia-problemas

¿Y tú qué haces con tus problemas? ¿Permites que tomen el control de tu vida o eres tú quien los maneja? Cuesta colocar los problemas en un lugar de nuestra mente donde podamos retomarlos cuando tengamos la tranquilidad y la capacidad emocional necesarias para resolverlos. Sin embargo es importante aprender a hacerlo.

Cuando nos enfrentemos a ellos en el lugar y momento adecuados, no sólo podremos verlos de una manera distinta, más objetivamente, sino que podremos encontrar y aplicar una solución con mayor facilidad.

¿Puedes encontrar un ‘árbol’ para tus problemas?

Se escapa de mi control

No puedo relajarme porque no lo puedo controlar. Si pudiera tomar las riendas de lo que sucede, me podría relajar y no estar estresado.

Casos frecuentes por los que las personas entran en crisis. Pues resulta que es justamente al revés. Cuanto más intentes controlar, más angustia y miedo al descontrol desarrollarás. Intentar controlarlo todo, ser perfeccionista, tener una planificación muy rígida, nos hace personas muy críticas con los demás y con nosotros mismos. Ese miedo a perder el control genera un malestar en nuestra mente que no nos permite evaluar las situaciones de forma verdaderamente objetiva y tomar decisiones adecuadas para nuestro bienestar.

Psicóloga en Barcelona tratamiento de la ansiedad

Aunque en un primer momento no lo podamos ver, todos los acontecimientos de nuestra vida tienen una relación y un orden consecuente. Muchas veces, sólo vemos una avalancha de sucesos que pueden parecer injustos e incoherentes cayéndonos encima. Las emociones se desbocan y puede costar incluso reconocer que se siente. En muchos casos, el indicativo más claro de este ‘desorden’ es la ansiedad. Cuando una persona empieza a tener ataques de pánico o angustia localizados y críticos, se para y necesita reposar y hacer algo para deshacerse de esta desagradable sensación. Y esa es exactamente su función: darnos un parón.

Cuando se entra en estos círculos viciosos, la decisión de buscar ayuda profesional puede aliviarnos y ayudarnos a hacer un zoom para coger perspectiva. No es necesario llegar a un malestar insoportable para pedir ayuda. Cuando se presente el ‘atasco’ será más fácil de resolver que cuando se cronifique.

Burnout – el trabajo me quema

Una persona puede sospechar que está desarrollando el síndrome de burnout cuando su calidad de vida se ve afectada en su ámbito personal por causas profesionales. El primer efecto es el de desarrollar estrés crónico por causa de las características propias de su trabajo. Algunas de sus causas son la dificultad en las relaciones profesionales (con jefes, encargados, compañeros, etc.) la sobrecarga de tareas, sentimientos de miedo relacionados a la pérdida del empleo o el empeoramiento de las condiciones y la falta de realización personal a través del trabajo. Las personas que lo padecen pueden tener síntomas como:

Burnout estrés psicóloga barcelona

– Dolores musculares y de cabeza. Incluso dolores difusos e itinerantes.

– Falta de concentración y de memoria. Supone tardar más de lo necesario en hacer una tarea y puede que con peor calidad de la que realmente se es capaz.

– Falta o exceso de apetito. Depende de la persona puede perderse el gusto por la comida o en cambio buscarla como un consuelo del malestar o la angustia.

– Fatiga. Sensación de falta de energía y cansancio físico. Todo puede hacerse un mundo.

– Pérdida de iniciativa. Dificultad para establecer metas y hacer planes.

– Alteraciones del humor. Facilidad para ponerse de ‘mal humor’ o estar irritable.

– Problemas de sueño. Dificultad para conciliar el sueño o que no sea de calidad reparadora.

Cuando una persona ha llegado a desarrollar estos síntomas psicológicos, suele tener ya los efectos físicos del exceso de oxitocina. La oxitocina es una hormona que en exceso puede resultar tóxica y causar problemas en el sistema cardiovascular (subida de la presión arterial), en el sistema inmunológico (resfriados, gastroenteritis, migrañas frecuentes o incluso enfermedades autoinmunes) y el digestivo (gastritis y diarreas)

Una vez nos damos cuenta de que podemos estar afectados por el  burnout, es necesario poner remedio lo antes posible. Te dejo algunos consejos que pueden serte útiles para tomar conciencia:

– Eres dueño de tu tiempo, organiza tú mismo tu horario y recuerda añadir tus necesidades personales.

– Delega y establece límites. Pedir ayuda no es de débiles, es de responsables.

– Aprende a priorizar y racionalizar el tiempo. No eres una máquina y el día tiene un número de horas limitado.

– No te hagas propios los problemas ajenos. Ayuda cuando puedas, no lo tomes como una tarea más.

– Para y organiza tus vacaciones y descansos. Si no repones pilas, tarde o temprano lo pagas.

– Busca tiempo para estar al aire libre y en contacto con tus amistades y familia. Relativizar las cuestiones laborales es muy útil para la salud mental. Distraerse despeja la mente para buscar soluciones más adelante.