Abuso emocional: el perspecticidio o ‘lavado de cerebro’

Perspecticidio, la muerte de la perspectiva. Se dice de la situación de abuso emocional en la que la víctima pierde su perspectiva para aceptar la de la parte abusadora como propia. Se empezó a utilizar para referirse a los prisioneros de guerra, y también para las personas atrapadas en cultos y sectas.

La propia perspectiva está compuesta por la moral y ética, ideas políticas y religiosas, opiniones y criterios propios que toda persona tiene derecho a tener y que rigen su manera de pensar y actuar. Cuando una relación no es sana, y en vez de ser igualitaria se establece un vínculo dominante – pasivo, en el que el dominante busca controlar y someter al otro, el síntoma más visible es esta pérdida de la perspectiva. No me refiero a la influencia natural que se da entre personas que tienen una relación íntima de amor o amistad, sino a un abuso psicológico que se basa en el fenómeno de la luz de gas, manipulación, control y posiblemente maltrato.

La persona víctima de este abuso empieza a dudar de que sus ideas, opiniones y metas tengan sentido, sean inteligentes o respetables, porque la persona abusadora le hace creer que las suyas son las buenas, realistas o aceptables. De esta manera, la víctima ya no sabe lo que sabe, y acaba siendo dependiente del abusador, a quien cree más capaz de decidir lo que es mejor para ella.

El camino hacia el perspecticidio es progresivo en intensidad y se va adueñando de más áreas de la relación a medida que se prolonga en el tiempo. Algunas muestras de que está sucediendo son las siguientes:

  • El abusador marca la agenda: decide qué cosas, cuando y como se deben hacer, tanto para la vida común como para la individual de cada uno. Aquí también se incluye como la víctima debe pasar su tiempo libre o qué debe gustarle y que no, sus aficiones y gustos.
  • El abusador hace referencias constantes negativas de la víctima que van minando su autoestima, haciéndola sentir inferior o insuficiente, como, por ejemplo: ‘estás gorda/o’, ‘eres poco inteligente’, ‘tú de eso no sabes’, ‘tienes mal gusto’, ‘eres torpe’, ‘menos mal que me tienes a mi’, etc.
  • El abusador decide de qué manera debe vestirse o comportarse la víctima, y va marcando su vida social, mostrando disgusto por todas las personas de su entorno para aislarla y que no tenga opiniones externas a las suyas. Puede molestarle también que la víctima tenga un trabajo y pueda ser independiente.
  • El abusador decide lo que es el amor y la relación correcta y lo que no, y pone a prueba a la víctima con premisas abusivas y desproporcionadas, como, por ejemplo: ‘si me quisieras de verdad, no querrías a nadie más en el mundo/no harías cosas que no me gustan/estarías siempre conmigo/me cogerías el móvil siempre que te llamo/no irías con tus amigos y me dejarías solo-a, etc.

Las personas víctimas de perspecticidio pueden no ser conscientes de que algo va mal, ya que cada vez más atrapadas en su dependencia emocional, acaban desorientadas dentro de sus ideas, dudando de su propio malestar. A menudo se sienten angustiadas o preocupadas por si han hecho algo mal, y viven con temor constante a la reacción que pueda tener su abusador a cada acción que toman. Esta confusión puede verse acrecentada por la ambivalencia del abusador, que puede pasarse de la raya y luego volver siendo extremadamente cariñoso-a y efusivo-a a la hora de hablar del gran amor que siente por la víctima y lo mucho que la necesita, cerrando en círculo de la manipulación.

Si te sientes representado-a por alguna de estas situaciones, puedes estar siendo víctima de abuso emocional. Si necesitas ayuda para salir de esta dependencia, no dudes en pedir tu consulta psicológica.

Tomar decisiones: tener tu propio criterio

Cuando una persona está en el proceso de lograr su autonomía personal, de trabajar en sí misma para sentirse mejor, es lógico que tenga ansiedad respecto a cuanto puede tardar en conseguir su objetivo y si el logro va a ser ‘permanente’, es decir, si para siempre va a sentirse bien para tomar decisiones y ‘no equivocarse’. La persona que lo ha pasado muy mal con sus ideas recurrentes de culpa y vergüenza, lo que desea es no volver a sentirse mal nunca más. La fantasía es comprensible y debemos aceptar que siempre la tendremos presente: acertar siempre, ser infalible. Pero esto no es posible, la completa seguridad no existe.

La autonomía es el proceso que nos permite tomar nuestras decisiones sin sentirnos esclavos de ningún otro criterio. Esto es posible porque tenemos uno propio, formado con el desarrollo natural vital y la experiencia. Tienen que pasarnos cosas para que acumulemos información y conocimientos en la vida. Eso no significa que se pueda eliminar el conflicto, porque cada vez que sucede algo en nuestra vida, hay intereses que se cruzan y no siempre es fácil establecer las prioridades. Aun así hay que elegir para seguir avanzando, y eso supone que a veces tomemos la mejor decisión y otras veces no estemos satisfechos con el resultado. Aun así, hay que ser constructivo y valorar que tomamos la mejor decisión con la información que teníamos.

La autonomía supone un gran acto de responsabilidad en ambos sentidos: reconocer nuestros méritos cuando lo sean y también aceptar los errores con sus correspondientes consecuencias. Esta es la parte más difícil, porque actuar acorde a un criterio externo siempre nos permite culpar a cualquier otro de nuestros errores (la vida, el destino, el gurú, mis padres, el jefe…) Es cómodo no lo vamos a negar. Pero nos hace víctimas de nuestra vida en lugar de protagonistas.

Las personas tenemos una gran plasticidad y capacidad de aprendizaje. Si realmente hay voluntad de cambio, la decisión es sólo nuestra, y siempre hay margen de mejora. Y si necesitas ayuda para encontrar los puntos en que te atascas, no dudes en consultar.

¿Qué es la tríada oscura?

La tríada oscura, con ese nombre de película de acción, describe a ese perfil de personas con las que nos podemos cruzar en nuestra vida cotidiana, sin saber que pueden causarnos sufrimiento y daño psicológico (y en ocasiones físico) Hay personas que acuden a terapia por problemas en sus relaciones o directamente por problemas de autoestima, que no son conscientes de haberse cruzado con algunos representantes de esta tríada peligrosa.

Cuando hablamos de la triada oscura, no nos estamos refiriendo a un trastorno de la personalidad, o una enfermedad mental, sino a un conjunto de rasgos subclínicos que definen un tipo de comportamiento adverso y perjudicial para la sociedad. El resultado da personas con tendencias a ser insensibles, poco empáticas, egoístas, manipuladoras y malévolas con las demás personas.

La tríada está compuesta por tres rasgos dañinos de la personalidad como son el narcisismo, el maquiavelismo y la psicopatía. Y no se presentan únicamente en delincuentes o asesinos, sino que son propios de personas que pueden tener una gran relevancia y admiración social ¿Cómo podemos reconocerlos? Aquí vemos algunas características:

Narcisistas: son personas vanidosas, se sienten superiores a las demás y creen que hay personas indignas de su atención; sólo hablan de sí mismas y sus intereses, y se jactan de su belleza, inteligencia, posesiones materiales o experiencia, despreciando más o menos sutilmente las de los demás. Son egocéntricas, solo importan sus necesidades y deseos. Los demás siempre son los malos, sobretodo porque son muy susceptibles a las críticas, o comentarios que intuyen como críticas.

Maquiavélicos: Son emocionalmente fríos, no expresan sus sentimientos ni muestran conmoverse con los de los demás. Son cínicos ante la sensibilidad, las normas sociales y las conductas morales, ya que consideran ‘tontos o débiles’ a los que intentan actuar bien. Se mueven sólo por sus propios intereses, y pueden llegar a ser agresivos verbal o físicamente si no consiguen sus objetivos por la buenas, aunque ello suponga herir o perjudicar a los demás.

Psicópatas: Se consideran los más peligrosos. Son capaces de hacer cualquier cosa para conseguir sus objetivos, aunque esto suponga engañar, mentir, embaucar, manipular, estafar, robar, injuriar y hacer daño a las personas. Pueden fingir relacionarse emocionalmente, ya que entienden la emoción y pueden imitarla, pero no sienten remordimiento, culpa ni vergüenza. Pueden fingir amor, amistad, compañerismo o compasión sin sentirlo, si la situación lo requiere, para conseguir lo que desean. No les importan en absoluto los sentimientos de los demás.

Los tres subgrupos pueden compartir rasgos, aunque podemos notar diferencias, sobretodo entre el maquiavelismo y la psicopatía. Las personas con tendencias psicopáticas suelen tener un encanto personal que les da un atractivo envolvente, y suelen usarlo para favorecerse en primera instancia, mientras los maquiavélicos suelen ser más fríos o duros, y más impulsivos, mostrando más rápidamente su agresividad y frustración, y usando su dominancia.

Las personas con una tendencia más sumisa, con más miedos e inseguridades, y con una baja autoestima, son sus víctimas propicias, y es más fácil que acaben mal bajo su influencia. A menudo estos rasgos son claramente visibles y otras son más sutiles y difíciles de reconocer. Cuando una persona emocionalmente frágil es manipulada por una persona con estos rasgos, es fácil que acabe preocupándose de si será ella la culpable de estas actitudes.

¿Alguna vez te has sentido así? ¿Crees que alguien de tu entorno presenta uno o más de estos rasgos?

Año nuevo, emociones actualizadas

Hoy quería compartir con vosotros uno de los regalos que he recibido esta Navidad. Se trata de un libro, en apariencia para niños, que puede resultar muy útil para todos los públicos. Se titula “Emocionario. Di lo que sientes” y se trata de un libro ilustrado en el que hay breves explicaciones de estados emocionales acompañados de su representación. No es una novedad editorial, ya que hace años que está en las librerías, pero ahora he tenido ocasión de leerlo y me ha parecido de lo más interesante.

Busca relacionar los distintos sentimientos de modo que no se expliquen como algo aislado, sino como una evolución constante. En algunas ocasiones podemos sentir lo difícil que es afrontar los sentimientos ajenos, y esto puede ser el resultado del desconocimiento de los propios o poca destreza para manejarlos.

Tener una buena gestión de la inteligencia emocional desde la infancia es clave para que nuestra vida sea más plena y consciente. Recibir apoyos de este tipo en la educación es fundamental. Recomiendo también que nuestro niño interior le eche un vistazo a este libro, no sólo porque es precioso sino porque puede sorprendernos en muchos aspectos.

Y para aumentar el vocabulario de la experiencia emocional, me gustaría ampliar con nuevos estados de los que he conocido el nombre recientemente, para que veáis que lo que nos parece que sólo nos pasa a nosotros, puede ser mucho más universal. Puede que estas fiestas hayan removido alguno de los dos. Allá va:

Exulansis: Cuando sientes que aunque intentas compartir algo importante para ti, los otros no entienden o se identifican con lo que hablas. Esto puede ser frustrante y quizá renuncias a seguir hablando al respecto.

Liberosis: Deseo de que las cosas nos importen menos, de tener menos responsabilidades, como cuando éramos niños y no teníamos preocupaciones. Nos gustaría recuperar de nuevo esa sensación.

Emocionario. Cristina Nuñez, Rafael Romero (2013) Ed. Palabras aladas

Plan para frenar pensamientos negativos

Cuando las ideas negativas sobre una situación o sobre nosotros mismos se apoderan de nuestra mente, podemos tomar una actitud pesimista que incluso deteriorará nuestra salud. Si llegamos a convencernos de que estas ideas ‘negras’ son ciertas, podemos acabar minando nuestra confianza y caer en un bucle de inseguridad.

Es cierto que algunas personas son más propensas que otras al pensamiento negativo. Por ejemplo, las que han sido educadas por padres demasiado críticos, que han puesto mucho más acento en las cosas que hacían mal que en las que hacían bien, pueden tener en automático mensajes pesimistas y repetitivos sobre su incapacidad o fracaso. De todas formas, cualquier persona puede pasar un momento vital en el que este mecanismo se active por miedo o por falta de digestión de algún fracaso o frustración.

Cuando esta actitud es persistente y no encontramos la manera de cambiarla, sería necesario hacer una terapia para comprender por qué sucede, cual es el origen y aprender hábitos saludables de diálogo con uno mismo y de cuidado de la autoestima. Prestar atención a estos pensamientos hace que nuestro cerebro se dirija hacia ellos y te hará dudar, por lo que te expresarás con menos convencimiento y los demás lo notarán. Es un círculo vicioso que provoca una gran insatisfacción vital.

Para empezar, te planteo algunos hábitos que puedes aplicar para enfocarte hacia unos pensamientos más saludables:

– Crea metas a corto plazo y planea tu día a día desde el presente: ¿qué objetivo tienes hoy?

– Cambia juicios por propósitos. En vez de machacarte con lo que ha salido mal dedica tu energía a plantearte las soluciones o mejoras que puedes hacer y planifícalas.

– Haz una lista con tus ideas, escríbelas y céntrate en las que contienen soluciones para hacer el plan de acción.

– Comparte tus ideas. Seguro que los demás pueden ayudarte a darles la vuelta y no verlas tan tremendas.

– Busca el punto cómico, lleva lo que te preocupa a lo absurdo. El humor ayuda a desdramatizar y cambiar el sentimiento que genera el pensamiento negativo.

Los tips son solo sugerencias. No siempre es fácil adaptarlos a la realidad de cada persona. La terapia individual puede ayudar a encontrar la mejor adaptación para cada caso.

Felices fiestas y feliz año 2022 🎄

🎄⭐ Salud y fuerza para iniciar un mejor año 2022 ⭐🎄

Las formas de la ansiedad

La ansiedad es la pandemia silenciosa que no todos se atreven a reconocer. A pesar de ser el malestar psicológico más extendido en el mundo, todavía resulta vergonzoso o incómodo de reconocer para una gran mayoría de personas que la padecen. Hay quien lo considera un signo de debilidad, hay quien ve asomarse la locura o incluso la enfermedad mental, otros se asustan tanto que apenas pueden ponerle nombre. Y aunque es cierto que no es consuelo que haya mucha otra gente que se encuentre en la misma situación que tú, creo que reconocerlo y aceptar su extendida existencia es un paso para empezar a enfrentarla.

Para reconocer que lo que lo que tenemos es ansiedad, lo primero es saber un poco más de ella y del porqué de su aparición:

  • Puede tener múltiples formas, mantener siempre la misma o ir cambiando y manifestándose en forma de un malestar u otro en la misma persona.
  • La forma más común es el ahogo o falta de aire, la presión o peso en el pecho o la sensación de infarto. Pero el mareo, la percepción extraña del espacio, la sensación de muerte inminente y la falta de control sobre el pensamiento también aparecen con mucha frecuencia. Algunas personas pueden sentir pinchazos o dolores difusos en otras zonas del cuerpo, de forma persistente o intermitente (cabeza, estómago, vientre, laterales de la espalda, etc.)
  • Sin embargo, hay síntomas de ansiedad que muchas personas no reconocen como tales y les llevan a pensar que sufren de algún otro problema más o menos grave. Entre ellos están los pensamientos recurrentes que llegan a obsesionar, problemas para mantener el sueño o para descansar, descomposición o malas digestiones frecuentes, irritabilidad o ‘mal humor’ sin motivo aparente, crisis de llanto o desgana para hacer actividades que en principio deberían agradar.
  • Un detalle muy importante, que muchas personas desconocen, es que la ansiedad no siempre es un efecto inmediato a una situación problemática. Gran número de personas que han padecido ansiedad han podido empezar a tener síntomas semanas, meses o incluso años después de que sucediera un hecho especialmente problemático, estresante o traumático. Nuestra mente dispone de mecanismos de defensa para sobreponerse y seguir adelante en una situación complicada, pero después, al relajarse, puede responder con miedo o angustia.
  • La forma más intensa de la ansiedad son los ataques de pánico, pero no son la única. Hay personas que no llegan a tener una crisis aguda y por eso no llegan a reconocer que lo que tienen es ansiedad.
  • La ansiedad no es por sí misma una enfermedad. Es el síntoma de que nuestra mente está pasando por un momento que la estresa y así se manifiesta. Muchos sucesos vitales diferentes pueden llevarnos a tener ansiedad, no hay un único motivo o causa que la desencadene.

Cualquier persona es susceptible de padecer ansiedad en algún momento de su vida. Es una respuesta adaptativa, es decir, es el resultado de algunas situaciones vitales. Por lo tanto, no hay personas ‘ansiosas’, ni tiene porque ser una situación permanente. Si crees que podrías estar padeciendo ansiedad no dudes en consultar. Con un tratamiento adecuado, es posible reducirla y permitir que no resulte tan limitante para tu vida.

Tips para romper una relación

Los consejos sentimentales suelen ser como los ombligos, todos tenemos y nos sirven para poco. Cuando nos encontramos incómodos en una relación, empezamos a tener comportamientos para demostrarlo que muchas veces ayudan a dejar salir nuestra frustración pero ayudan poco a mejorar la situación. A causa de creencias sobre el amor, nos empezamos a frustrar, e iniciamos una espiral de discusiones y situaciones que sólo contribuyen a que estemos cada vez peor. Quizá puedas reconocerte o reconocer a alguien entre las siguientes soluciones que toman algunos/as cuando empiezan a sentir la crisis del amor:

– Procura discutir siempre cuando veas que tu pareja está de mal humor, ha tenido un mal día o está especialmente cansado/a. Estará muy receptivo/a y abierto/a a compartir ‘opiniones’.

– Aprovecha cualquier situación para incluir un comentario irónico y punzante que demuestre tu rencor, sobretodo en público.

– Una vez hayas empezado a discutir, aprovecha la ocasión para sacar todos los temas por los que te sientes molesto/a en los últimos meses.

– Recuerda constantemente a tu pareja lo que ya le habías ‘perdonado’.

– No olvides remarcar sus defectos y darle repetidamente consejos sobre cómo cambiarlos. No le recuerdes lo que hace bien (porque eso ya lo sabe)

– Espera algo de él/ella pero no se lo pidas. Aguarda pacientemente a que se equivoque y hazle reproches por decepcionarte.

– Confía una y otra vez en que aprenderá a leerte el pensamiento a base de broncas. Todo el mundo sabe que es más útil que hablar abiertamente de tus deseos y necesidades.

– Ante todo, jamás des un paso atrás o reconozcas tus errores. Ganar todas las discusiones es imprescindible, no bajes la guardia y tómalo todo como una batalla.

Un consejo quizá no es algo muy útil, así que solo te animo a la reflexión acerca de estos ‘tips’ que definitivamente acaban minando una pareja.

Durante este periodo vacacional, en el que seguramente pasarás más tiempo con tu pareja, considera si hay algo de esta lista que puedas revisar para darle (y daros) un regalo duradero y enriquecedor: una relación más sana.

¿Cómo estás?

¿Cómo estás? ¿Qué me contestas? Es una pregunta frecuente, habitual, cotidiana. A veces la hacemos sin pensar y también la contestamos sin pensar ¿Qué respondemos habitualmente? Normalmente decimos ‘bien’ o ‘mal’. Blanco o negro. Adecuado para abreviar cuando nos cruzamos con alguien por la calle, pero no para describir. Muchas veces nos faltan las palabras que dan ese matiz tan importante que es la información más valiosa.

Cómo nos sentimos y cómo nos gustaría sentirnos nos da casi toda la información necesaria para tomar decisiones en nuestra vida. Bien y mal no describen prácticamente nada, no tienen mucha información que sea útil.

Conocer nuestros matices, todos los estados de ánimo que vivimos, reconocerlos y experimentarlos, nos hace ser testigos de nuestra propia vida, vivirla con más intensidad. Aceptarlos sin juicios nos ayuda a vivir con más consciencia y también con más autonomía.

Estamos influenciados por una cultura donde la razón debe prevalecer a la emoción, como si ésta fuera accesoria y nos despistara, cuando en realidad es una información genuina y auténtica que no podemos forzar. Es imposible obligarte a sentir alegría o tristeza, o cualquiera de sus construcciones (amor, rencor, serenidad, frustración…) aunque puedas fingirla, no te puedes obligar a sentirla. Sin embargo, las ideas se pueden modificar tantas veces como sea necesario, son más maleables y adaptables. ¿Por qué entonces nos negamos a escuchar nuestras emociones? Muchas veces nos están dando una información valiosísima de lo que está pasando en nuestra vida: qué necesitamos, qué deseamos hacer, hacia dónde dirigirnos…

Es por este motivo que cada vez se está reconociendo más la importancia de la Inteligencia Emocional, es decir de nuestra capacidad para reconocer y gestionar de forma sana nuestras propias emociones y las de los demás. Y para ello hay que repasar la paleta de colores emocionales en la que nos movemos en nuestra vida. Si hicieras una lista de palabras que describan emociones ¿Cuántas diferentes podrías poner? ¿Cuántas diferentes has experimentado?

Sentir y expresar no te hace más vulnerable, al contrario, puede hacerte más sabio. Y si tienes dificultades con las emociones, quizá podrías trabajar en ellas a través de la terapia.

¿Respeto mi valor?

Cada vez que dices “¡bah! no me ha costado nada” mientes. Cada vez que dices “da igual, ya me lo agradecerá” sabes que te mientes. Cada vez que das un poco más, sin valorar tu verdadera contribución en lo que haces, das una sonora bofetada a tu autoestima. Es el tipo de situaciones en las que se encuentran aquellas personas que sienten que dan más de lo que reciben. Dan y dan esperando que se les reconozca en algún momento su esfuerzo, y sin embargo reciben sólo frustración a cambio.

Muchas personas llegan a terapia con un problema que explican como “me bloqueo cuando me piden algo, tengo mucho que hacer” o “tengo que gestionarme mejor porque siempre voy agobiada” o «no encuentro tiempo para hacer algunas cosas». En ocasiones es una cuestión de organización. Pero la mayor parte de las veces es más bien cuanto abarcan y cuanto aprietan. Con frecuencia son personas que se juzgan duramente por no llegar a ‘todo’. Su todo es un mínimo que para la mayoría sería un máximo. Lo que pasa es que no se permiten decir que no a nada por lo que vayan a pensar los otros si les dicen simplemente ‘no, no puedo’. Temer perder el afecto-aceptación-atención de los demás motiva a muchas personas a vivir teniendo que satisfacer las necesidades ajenas sin escuchar nunca las propias. Son personas que con frecuencia sufren de ansiedad, bajo ánimo, ideas de las que no se pueden desprender, falta de sueño. Su cuerpo les va indicando que no puede más y no entienden el mensaje porque están programadas para continuar con su misión: cumplir, agradar, recibir aprobación, no fallar. ¿Cuántas veces se plantean si les compensa de verdad?

Es fácil que cualquiera pueda abusar de una persona que no es capaz de respetar sus propios límites, sobretodo porque no los conozca, o porque siempre esté saltando sobre ellos. Lo tomamos como ser bueno/a, pero es dejar que te tomen el pelo. No es mala educación ni falta de sensibilidad ni egoísmo ni debilidad. Decir basta es una cuestión de respeto hacia una misma. Como dice la sabiduría popular “si no te valoras tú, nadie lo hará”. Ponle ‘precio’ a tu contribución porque sí te ha costado hacerla, porque si alguien te pide ayuda es porque tienes cosas que aportar, porque lo que haces es importante. Porque cuentas.