Se siente insatisfacción. Las relaciones no son como se espera o se desea, las relaciones personales son difíciles y poco satisfactorias. Se nota sobre todo entre las personas del entorno, en ellas es en las que más notamos que algo no anda bien. Puede que empecemos a buscar, a preguntarnos que les pasa, a darle vueltas a sus respuestas, a su comportamiento. Pero no podemos salir de ahí, no comprendemos que les pasa.
El término personas tóxicas se usa para describir a aquellas que nos restan y no nos suman, nos producen dolor o quebraderos de cabeza y muy pocas alegrías. Estar a su lado nos hace estar tensos, inhibirnos o sentir temor (a veces sin ser conscientes), no ser claros, no mostrarnos como somos. Otras tienen la ‘virtud’ de hacernos sentir frustrados y pequeños. Sea como sea, es difícil estar a su lado, nuestro cuerpo les nota y les repele sin querer…
Un momento para la autocrítica, para la reflexión. Conectemos con las emociones y no con los pensamientos (puede resultar difícil, no estamos acostumbrados), pero hay que hacer una visión interior cuando el comportamiento de los demás está afectándonos, haciéndonos daño, nos extraña. Si notamos que se alejan de nosotros, si no nos discuten aunque notemos que no son del todo auténticos, cuando sospechamos que no nos dicen toda la verdad o nos mienten, cuando vemos que alguna persona cercana hace cosas que nos indican que nos tiene miedo de alguna forma, puede que su respuesta sea reactiva a nuestra forma de tratarles.
¿Estoy intentando controlar el comportamiento de alguien? ¿Me molesta que no haga o piense lo que yo creo? ¿Estoy acaparando su atención? ¿Le exijo una lealtad casi medieval? ¿Le conozco y acepto sin juzgarle o aconsejarle sin que me lo pida? ¿Soy muy crítico con su comportamiento? Y larga una lista más. El quid de la cuestión es plantearme si yo estoy dando salud a los demás para poder recibirla. Porque podemos tener mala suerte y caer en ambientes tóxicos pero, a veces, puede que el tóxico sea yo.