La vida es injusta. Es una afirmación dura, pero es la manera de relajarse y empezar a aceptar lo que nos pasa. Muchas personas sufren mucho porque, de alguna manera, han llegado a creer que hay una balanza en algún lugar que reparte de forma equitativa los avatares de la vida. Sin poner en duda las creencias de nadie, me voy a ceñir a lo que sabemos: a las personas buenas también les pasan cosas malas ¿es injusto? Pues sí, pero es real.
Es muy frustrante que no se nos dé lo que creemos merecer, que algo nos arranque de la vida o de nuestros seres queridos, nos separe de las cosas que amamos. Hoy no tengo sugerencia para eso, es verdad y es un misterio que no podemos resolver por medio de la razón. Lo único que podemos hacer es prepararnos para aceptar la frustración. No son más felices aquellos que evitan más males en su vida, sino los que los capean sin rendirse y sin dejar que afecte a su autoestima. Es cierto que a lo mejor no te lo mereces, que quizá otros lo merecían más. Pero adaptarte a las circunstancias y continuar creyendo que puede salir el sol es la única opción.
“La vida es una eterna provisionalidad, aunque nos empeñemos en vivirla como si no lo fuera.” Conocí a alguien que decía esto y pensé que tenía mucha razón. Es lo único que tenemos, el presente y nuestros recursos. La vida no es justa demasiadas veces, y el miedo a la incertidumbre es el mal de nuestra sociedad. Ahora nos pone delante de la situación más desconocida que la mayoría vamos a afrontar – aceptarla es la cura.
Los cambios indeseados nos enfrentan con la fragilidad de la vida. Los budistas lo expresan con la expresión shogyo mujo, todo está en constante cambio y con mucha rapidez, no podemos bajarnos, necesitamos entrar en su baile. Piensa que si todo cambia, también nosotros cambiamos, mutamos, nos adaptamos.

‘Shogyo mujo’