Tips para romper una relación

Los consejos sentimentales suelen ser como los ombligos, todos tenemos y nos sirven para poco. Cuando nos encontramos incómodos en una relación, empezamos a tener comportamientos para demostrarlo que muchas veces ayudan a dejar salir nuestra frustración pero ayudan poco a mejorar la situación. A causa de creencias sobre el amor, nos empezamos a frustrar, e iniciamos una espiral de discusiones y situaciones que sólo contribuyen a que estemos cada vez peor. Quizá puedas reconocerte o reconocer a alguien entre las siguientes soluciones que toman algunos/as cuando empiezan a sentir la crisis del amor:

– Procura discutir siempre cuando veas que tu pareja está de mal humor, ha tenido un mal día o está especialmente cansado/a. Estará muy receptivo/a y abierto/a a compartir ‘opiniones’.

– Aprovecha cualquier situación para incluir un comentario irónico y punzante que demuestre tu rencor, sobretodo en público.

– Una vez hayas empezado a discutir, aprovecha la ocasión para sacar todos los temas por los que te sientes molesto/a en los últimos meses.

– Recuerda constantemente a tu pareja lo que ya le habías ‘perdonado’.

– No olvides remarcar sus defectos y darle repetidamente consejos sobre cómo cambiarlos. No le recuerdes lo que hace bien (porque eso ya lo sabe)

– Espera algo de él/ella pero no se lo pidas. Aguarda pacientemente a que se equivoque y hazle reproches por decepcionarte.

– Confía una y otra vez en que aprenderá a leerte el pensamiento a base de broncas. Todo el mundo sabe que es más útil que hablar abiertamente de tus deseos y necesidades.

– Ante todo, jamás des un paso atrás o reconozcas tus errores. Ganar todas las discusiones es imprescindible, no bajes la guardia y tómalo todo como una batalla.

Un consejo quizá no es algo muy útil, así que solo te animo a la reflexión acerca de estos ‘tips’ que definitivamente acaban minando una pareja.

Durante este periodo vacacional, en el que seguramente pasarás más tiempo con tu pareja, considera si hay algo de esta lista que puedas revisar para darle (y daros) un regalo duradero y enriquecedor: una relación más sana.

¿Cómo estás?

¿Cómo estás? ¿Qué me contestas? Es una pregunta frecuente, habitual, cotidiana. A veces la hacemos sin pensar y también la contestamos sin pensar ¿Qué respondemos habitualmente? Normalmente decimos ‘bien’ o ‘mal’. Blanco o negro. Adecuado para abreviar cuando nos cruzamos con alguien por la calle, pero no para describir. Muchas veces nos faltan las palabras que dan ese matiz tan importante que es la información más valiosa.

Cómo nos sentimos y cómo nos gustaría sentirnos nos da casi toda la información necesaria para tomar decisiones en nuestra vida. Bien y mal no describen prácticamente nada, no tienen mucha información que sea útil.

Conocer nuestros matices, todos los estados de ánimo que vivimos, reconocerlos y experimentarlos, nos hace ser testigos de nuestra propia vida, vivirla con más intensidad. Aceptarlos sin juicios nos ayuda a vivir con más consciencia y también con más autonomía.

Estamos influenciados por una cultura donde la razón debe prevalecer a la emoción, como si ésta fuera accesoria y nos despistara, cuando en realidad es una información genuina y auténtica que no podemos forzar. Es imposible obligarte a sentir alegría o tristeza, o cualquiera de sus construcciones (amor, rencor, serenidad, frustración…) aunque puedas fingirla, no te puedes obligar a sentirla. Sin embargo, las ideas se pueden modificar tantas veces como sea necesario, son más maleables y adaptables. ¿Por qué entonces nos negamos a escuchar nuestras emociones? Muchas veces nos están dando una información valiosísima de lo que está pasando en nuestra vida: qué necesitamos, qué deseamos hacer, hacia dónde dirigirnos…

Es por este motivo que cada vez se está reconociendo más la importancia de la Inteligencia Emocional, es decir de nuestra capacidad para reconocer y gestionar de forma sana nuestras propias emociones y las de los demás. Y para ello hay que repasar la paleta de colores emocionales en la que nos movemos en nuestra vida. Si hicieras una lista de palabras que describan emociones ¿Cuántas diferentes podrías poner? ¿Cuántas diferentes has experimentado?

Sentir y expresar no te hace más vulnerable, al contrario, puede hacerte más sabio. Y si tienes dificultades con las emociones, quizá podrías trabajar en ellas a través de la terapia.

Aceptar el valor de un no

El estrés tiene un motivo principal, y suele ser el abarcar demasiado, más de lo que es materialmente posible. Cuando sobrepasamos nuestras fuerzas, multiplicamos horas inexistentes y aceptamos demasiados compromisos lo podemos pagar con insomnio, ansiedad o problemas cutáneos o intestinales. Solemos asociarlo al trabajo, pero también es extensible a nuestra vida privada. También cuando sea fin de semana o periodo vacacional no olvides que el tiempo de descanso es para ti y tus gustos/necesidades. Puede que sientas mucha presión para aceptar compromisos familiares y sociales que realmente no te apetezcan. Te dejo algunos consejos para que revises cómo afrontarlo:

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– Deja hablar. Cuando alguien te pida algo, déjale hablar sin interrumpirlo. Escúchalo con interés y evalúa que te está pidiendo. Luego decide si quieres hacerlo.

– Di no de forma clara y directa. Utiliza frases en primera persona como “yo prefiero”, “yo quiero”, “me apetece más hacer…”, etc.

– Tómate tiempo. Si te cuesta decir que no a la primera o estás dudando si te conviene aceptar, di que necesitas tiempo para pensarlo y tómatelo. Pueden ser unos minutos o varios días, valora tus prioridades y haz lo que te conviene y te gusta.

– No te justifiques. Una vez decidido, no des excusas ni justificaciones. Si crees necesaria una explicación, acompáñala de razones (cuestiones objetivas y claras) no de pretextos (excusas generales o mentiras)

– Ante la insistencia: Si a pesar de haberlo dejado claro, la otra persona sigue pidiendo tu colaboración, mantente en el no. Se recomienda utilizar la técnica del disco rayado con frases como “sé que te gustaría que yo… pero ya te he dicho que no”. Y lo repites mientras sea necesario.

– Sugiere alternativas. En algunos casos, es efectivo proponer un plan B: “Yo no puedo hacerlo, pero quizá si preguntas a/en…” o dar una variación que a ti te vaya bien, por ejemplo “Hoy/Mañana/ahora no es posible pero en otro momento sí”.

– Sigue firme. No cedas. Si continúa insistiendo, pide que no lo haga y di qué harás: “Si sigues así yo…me iré/colgaré/me siento poco respetado/desvalorizado”

Recuerda que la dinámica de la asertividad es de dos direcciones. Si tú aceptas el no, la limitación del otro, te será más fácil que los demás también lo acepten por tu parte. Puedes empezar a establecer dinámicas más sanas por ti mismo. Y si tienes problemas para hacer esto, recuerda que la terapia puede ayudarte.

Sacrificio no es sinónimo de amor

¿Por qué sacrificio y amor deben compartir nuestras relaciones? Nuestra sociedad nos hace creer desde muy temprana edad que querer a alguien es renunciar y sufrir, porque si es fácil no es amor. Crecemos sin cuestionarnos nada al respecto, rodeados de películas, canciones y mitos que nos refuerzan la idea de que tenemos que adaptarnos a la pareja, dejar nuestra vida anterior a conocerla y priorizarla por encima de todo, como si ya no pudiéramos ser si no está. Pero esto no es necesario ni sano, hay otras cosas que tendríamos que valorar:

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– Amor y fusión no son la misma cosa. La fusión supone perder la propia forma y no es necesario para querer a alguien.

– Amar es respetar. Te querrán por lo que eres no por la idea que tengan en su mente de cómo debes ser.

– La intimidad no es negociable. Eres dueño/a de tus pensamientos, sentimientos, ideas y acciones.

– El control no es amor, es una muestra de celos y los celos no son sanos.

– No se trata de decir si no de hacer. El amor se nota en el comportamiento cotidiano no en las muestras arrebatadas esporádicas.

– Se puede querer mucho, muchísimo y querer mal. No es incompatible.

– El amor se elige todos los días. Es elegir quedarse. No hay necesidad de continuas muestras y pruebas ‘de fuego’, ni demostraciones límite.

Pero sobre todas las cosas, la más importante es sentirse conforme y coherente estés en la relación que estés. No es cuestión de enjuiciar la relación, sino elegir libremente sin adoctrinamiento y con reflexión. Revisa cómo estás en tu relación y date un minuto para respirar y sentir que responde tu cuerpo. No debe haber obligaciones ni castigos. Asegúrate que estás justo dónde sientes que quieres estar.

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Mejorar la satisfacción en la pareja

A menudo tenemos ideas sobre las relaciones de pareja que pueden llevarnos a tener problemas constantes, discusiones y sentimientos de insatisfacción o infelicidad. Las creencias sobre el amor romántico en las que nos educan suelen ser las responsables de que tengamos unas expectativas sobre las relaciones poco realistas e insanas. Las relaciones sólo deben basarse en una atracción natural, respeto mutuo y proyecto común. Si podemos llegar a un acuerdo que contenga tu felicidad y la mía, será un éxito. Si quiero que cumplas con la idea que hay en mi cabeza, probablemente será un fracaso. Si estás pasando una crisis en tu relación, quizá te pueda ir bien repasar algunos puntos:

  • El mito de la media naranja: Parte de la idea de que estamos incompletos y la pareja tiene que completarnos. Si tenemos clara la idea de que mantener la individualidad e igualdad es imprescindible para la salud de la pareja, no buscamos imposibles.
  • Tenemos que hacerlo todo juntos: ¿Por qué? Es positivo para la relación que tengamos nuestro espacio y luego lo podamos compartir, no perdamos contacto con nosotros mismos y el exterior. Aire, frescura y quizá un punto de ligera añoranza son positivas para la relación.

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  • Todo debe continuar como al principio: Realmente es imposible. A medida que vaya pasando el tiempo habrá cosas que se extingan para dar lugar a otras nuevas. Si te resistes a este conocimiento profundo del otro y la aceptación de los cambios inherentes a la vida te generas dudas y sufrimientos innecesarios.
  • Tú me tienes que hacer feliz: Demasiada responsabilidad para el otro ¿no? Tu felicidad es tu proyecto de vida, la respuesta está en ti. Otra persona no puede dártela si tú no trabajas en ella. Si la relación no te hace feliz, puede que estés buscando en el lugar equivocado.
  • ‘Soy tuyo/a’ o nos pertenecemos: Las personas no somos propiedades, no necesitamos un dueño. Tener una actitud paternalista es peligroso porque es fuente de control, celos, chantajes y mal trato psicológico. Del respeto a la posesión hay un abismo.

La convivencia es algo complejo, pero con una base confianza y buena comunicación la satisfacción con la pareja mejora mucho. Si olvidamos la idea ser la ‘pareja perfecta’ y nos limitamos a caminar junto a una persona que nos gusta y nos aporta cosas positivas será una experiencia enriquecedora.

Si crees que no lo consigues, la terapia puede ayudarte a resolver tus dudas.

NO HACEMOS MÁS QUE DISCUTIR…

Esto no es por ti, esto no es por mí. Es por nosotros. No es por lo que tú entiendas o lo que yo entienda, va más allá de lo que queramos entender. Hay una realidad por solucionar que está más allá de lo que pueda molestarnos, enfurecernos o confundirnos. No tiene que ver sólo con lo que nos haga sentir, sino con lo queremos conseguir juntos.

Si vamos a discutir, que sea por algo que merezca la pena. Si vamos a romper la relación que sea de verdad para que cada uno sea más feliz por separado. Pero desde el nosotros y no sólo desde mi rabia o mi frustración. Primero hay que negociar, desde lo que estamos dispuestos a perder y no según lo que queramos ganar. Discutir es estar dispuesto a ponerse de verdad en los argumentos del otro, aunque pueda convencerme, aunque pueda convencerle. Pelearse es sano si el deseo es no acatar, no conformarse, no renunciar, sino evolucionar.

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Si quiero que lo veas como yo, te voy a obligar a ponerte por principio en contra. Peleo para mejorar y para oír mi fuerza, pero también para ver la tuya. Usar la fuerza de la discusión para que todo tenga una solución, no para que tengamos más problemas.

Y más allá de hablar, hay que hacer. Cambiar, arriesgar. Que tú hagas lo que yo necesito, que yo pueda probar tu solución. Y luego decidimos. Si te quedas sólo por ganar el problema se agranda. Pero la solución no puede pasar sólo por romper.

¿Se puede superar una infidelidad?

La infidelidad suele ser uno de los problemas principales que pueden afrontar las parejas. La vida en común suele ser una negociación continua y es lógico que pueda haber malentendidos y discusiones, pero cuando nos encontramos ante el hecho de que nuestra pareja ha compartido con otra persona un espacio de intimidad (en la medida que sea) nos podemos sentir bloqueados y sin saber qué hacer. Los sentimientos de rabia hacia el otro, la sensación de traición y la deslealtad nos invaden y podemos entrar en un círculo vicioso en el que la relación quede parada porque no lo queremos dejar pasar, pero tampoco queremos estar mal. Muchas veces las mismas ideas se presentan una y otra vez en nuestra mente:

  • ¿Tengo que ‘lanzar por la borda’ toda una vida o mi familia por esto?
  • ¿Puedo llegar a perdonar esto y volver a tener una pareja feliz?
  • ¿Podré volver a confiar en mi pareja? ¿Lo volverá a hacer?

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Con frecuencia aparecen preguntas que pueden llevarnos a sentir celos, inseguridad y a buscar venganza. No tenemos por qué sentirnos culpables por eso, pero tenemos que saber cómo gestionar estos sentimientos para no hacernos más daño o empeorar las cosas. También es contraproducente mirar hacia otro lado y negar la evidencia. Reconocer lo que está pasando, tener respeto por nuestros sentimientos y buscar una manera de solucionarlo es el camino adecuado a largo plazo.

No hay respuesta para todo el mundo. Es lógico que cuando nos han herido nos sintamos tristes, rabiosos y con desesperanza hacia el futuro, pero eso no quiere decir que no se pueda superar una infidelidad. Hacer una terapia de pareja nos puede ayudar a analizar la situación, reparar los daños y las heridas y plantearnos un camino hacia la reconciliación. No podemos aferrarnos a la idea de que no se puede arreglar ni tampoco a la contraria. La cuestión más importante para superarlo es centrarnos en sanar nuestros pensamientos y reconciliarnos con esa persona que ha compartido tanto de nuestra vida, tanto si rompemos como si no. Es un proceso por nuestro propio bien y el de nuestros hijos y familia. Ir a terapia nos ayudará, si queremos, a superarlo juntos o separados.

El amor no siempre es romántico

“Con lo buena que soy, todo lo que he hecho por él y lo bien que me he portado ¿no podía enamorarse?” Y la pregunta no era retórica, realmente quería saber por qué. No lo sé, nadie lo sabe. Es curioso que haya personas suficientemente ‘románticas’ como para creer que el amor lo puede todo y no entiendan que no comprende de normas. Los sentimientos claro que surgen de experiencias compartidas, pero la primera llama que enciende la emoción no es lógica o racional. En el caso del enamoramiento es prácticamente química.

Cuando alguien se hace este tipo de preguntas, si tiene un problema con las relaciones, tiene un problema consigo mismo ¿Para qué tanto dolor? Una autoestima firme sabe cuándo ya ha sido suficiente, cuando la inversión merece o no la pena. No te quiere, posiblemente se lo pierda, es su elección. Pregúntate por qué has hecho tú la tuya ¿Por qué le quieres?

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– ¿Diferencias la humillación del altruismo?

– ¿Reconoces lo que te mereces y lo que no te mereces?

– ¿Quieres competir o compartir? ¿La relación es un reto?

Una parte muy importante de saber si tienes relaciones sanas es saber si te están haciendo crecer o empequeñecerte. Cuando estar con alguien (en las formas diversas que esto puede ser) te produce ansiedad, obsesión, celos, crisis de tristeza, accesos de ira y angustia quizá necesites reformular el significado del amor en tu diccionario. Sería adecuado que pusiera algo como esto:

Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos complementa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

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Esto dice el diccionario. Todo lo demás está basado en una creencia bastante extendida desde el Romanticismo (S.XVIII). En su época, cuanto más imposible y desdichado era un amor, mejor. La gente tenía otras costumbres y normas sociales. Pero estamos en el XXI y el amor es libre. Si no te hace sentir libre, lo siento, pero no es amor.

Reconoce el abuso emocional

Estás en compañía de ciertas personas y al final te vas con un mal sabor de boca. Algo te molesta en la boca del estómago, te hace sentir que no estás a gusto. Parece culpa o vergüenza, pero no sabes muy bien por qué. Son relaciones que quieres pero en el fondo parece que quieras evitar, siempre eres tú el que estás en falta ¿Por qué? Puedes estar siendo víctima de una manipulación psicológica, de lo que puede llegar a ser un abuso emocional. Es más fácil reconocer que una relación es dañina cuando la persona no se esconde, cuando por su perfil de personalidad se muestra abiertamente, incluso con cierta desfachatez. Piensas ¿será posible que sea cierto o soy yo que me he vuelto loca? Algunas de estas estrategias para conseguir salirse con la suya se pueden reducir a estos tipos:

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– ‘Hacer luz de gas’: “Pero si te lo he dicho… esto ya lo sabías.” Y tú sientes con claridad que lo que sucede es nuevo y no se ha hablado antes ¿cómo lo has podido olvidar? Pero el otro te hace dudar, te asegura con toda la calma que tú no estás bien, que estás loco, que pierdes facultades. A veces puede ser tan sutil que incluso creas que has sido tú mismo el que estás poniéndote mal.

– ‘Silencio’: No hay mejor desprecio que no hacer aprecio. Las palabras pueden herir, pero los silencios también. Retirar la palabra a alguien es una forma de agresividad muy perjudicial que pone a prueba al que no puede soportar la tensión y acaba disculpándose no sabe muy bien por qué.

– ‘Proyección’: En realidad es el otro el que está haciendo o sintiendo algo negativo, pero acabas siendo tú el culpable cuando no se te ha pasado por la cabeza. ‘¿Ves? Siempre haces lo mismo’ o ‘Ya estás otra vez pensando eso de mí, no me dejas en paz’, y tú ni siquiera sabes de lo que habla.  Te acabas preguntando ¿cómo hemos llegado a esto?

– ‘Intimidación encubierta’: O el clásico ‘tú mismo’, ‘pues tú sabrás’. No hay un ataque directo porque ‘tú verás lo que haces’. Percibes que te amenazan pero te pasan la pelota a tu tejado. Puede que pienses ‘si a mí ni me importa, no es cosa mía’, pero te ves forzado a decidir algo.

– ‘Victimismo’: De repente el malo de la película eres tú. Quizá la discusión o el problema era planteamiento del otro, pero se da la vuelta a lo sucedido y  el agredido u ofendido acaba siendo el otro. Aunque no sepas ni por qué en realidad.

Para vivir relaciones sanas, hay que liberarse de este tipo de comunicación y ser consciente de los juegos en los que estamos implicados. Y sobretodo preguntarte ¿a qué quieres jugar tú? Cuesta por qué no nos han educado para la asertividad, sino para conseguir las cosas por medios indirectos. Cuando el maltrato es obvio puede ser un infierno salir, pero no saber si quiera que están abusando de ti es muy destructivo.

¿Debería saberlo…?

Un buen ejemplo de un mito muy extendido en la comunicación de pareja es aquel que nos dice que hay que saber lo que piensa, siente o necesita el otro. Y además, saberlo mutuamente, en el momento y de forma espontánea. Un clásico que nos han colado socialmente. Este mito supone un poder realmente paranormal: leer el pensamiento. Es una simbiosis irreal. Además, si no sucede, es una fuente de discusiones, reproches y frustración inacabable. Y sobretodo inútil. Es una creencia muy común pensar que si queremos a alguien debería ser así para que todo fuera bien. Es más, cuando nos vemos en la necesidad de pedir algo o de expresar nuestro desagrado podemos pensar que algo malo sucede con la relación. Debemos diferenciar:

Adivinación: Hecho que se conoce sin utilizar procedimientos basados en la razón ni en conocimientos científicos sino por medio de magia, interpretación de signos de la naturaleza, etc.

Empatía: Es la capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común, lo que otro ser puede sentir.

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Está más que bien querer entrenar la empatía. Pero eso supone tener toda la información necesaria. Si no damos al otro una información mínima, no conocemos capacidad ‘humana’ para saberlo. Como generalmente no nos han educado para ser más eficientes en este campo, hay varias cosas que tenemos que tener en cuenta:

  • Tengo derecho a pedir (no exigir) De una manera sensible y asertiva no hay problema en transmitir en mis relaciones lo que me hace falta.
  • Puedo preguntar. Si no sé qué puedo hacer por ti, lo que demuestra mi interés es preguntártelo para ayudarte.
  • La gente se equivoca, es parte de ser humano. No pasa nada si pedimos perdón por la inconveniencia e intentamos arreglarlo. La próxima vez, ya lo sabremos.
  • Puedes entender perfectamente a alguien y no por ello estar de acuerdo. Puedes ser respetuoso con los sentimientos ajenos pero no por eso acatarlos.

Cambiar esta idea sobre la comunicación de pareja puede eliminar quebraderos de cabeza que desgastan las relaciones. Si crees que es algo con lo que puedes tener dificultades, no dudes en consultar y revisar una comunicación más directa y sana.