Ser valiente es lo que cuesta…

Ser valiente no es no tener miedo. Es lanzarse, es atreverse. Es ver el miedo y reconocerlo. Saber su nombre, conocer su cara. Haberle tenido presente de día y también de noche sabiendo que no se va a ir a ninguna parte, hagas lo que hagas, digas lo que digas.

Ser valiente es gritar más alto, cerrar los ojos y sentir el vacío, entrar en contacto con la incerteza. Sentir que puedes morirte en ese justo instante, pero sobrevivir, como tantas otras veces.

Unsplash (88)

Ser valiente es dar un salto, saber que hay vacío habiendo calibrado la cantidad de agua, sabiendo que no hay nada que pueda llenar el aire que te separa del otro lado. Es rezar todo lo que te sabes y seguir pensando que te mueres.

Ser cobarde es creer que puedes vivir con ese miedo, que la certeza al otro lado está sobrevalorada, que algún día dejarás de tener miedo y entonces, sólo entonces, será el momento. Porque antes no se puede hacer nada al respecto más que tener miedo. Como si eso fuera el motivo, tener miedo. El miedo nunca es el motivo. El miedo es la excusa que nos separa de lo que queremos.

Si no quieres saltar, no saltes. Si es lo que quieres abrázate con tu miedo, duerme con él todas las noches, deja que maneje tu tiempo. Si realmente lo tienes claro, siéntalo a tu mesa y que viva de tus frustraciones. Y sigue diciéndote con certeza ‘es que tengo miedo’ como si fuera un hechizo contra la tristeza, esa que también es tuya pero que no dejas que pase de la puerta. Pero no intentes convencerme de que ese es tu motivo, mejor te espero al otro lado de la puerta.

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